12.02.2005


UNIDAD DE CUIDADOS INTENSIVOS




Metálicos todos en sus ausencias


Metálico el crisostomo que corté
Metálica la palabra que me faltaba
Y metálico el camino que cerré…

Metálico como tú que caminas y caminas
Metálica como ella que olvida y muere
Como ustedes que recorren y no huelen
Metálicos sus pasos, fríos.
Sedientos de lo que no son
Hambrientos de lo que no pueden ser.

Metálico el Crisóstomo que no corté
Metálica la sangre por el grito que callé
Metálica la piel
Metálico el sentimiento congelado
El eter que respiraste… cuando cortaste mis pies y mi palabra
Cuando mi boca te llamaba y no oías
Cuando lo metálico se te metió por las venas
Y te pegaste conmigo
Me dejaste fría
Gris
Metálica.

Parricidio

Las he matado, con rigor disfuncional,
a mis hijas.

Sí, una tarde mientras me desangraba
e intentaba no respirar
las maté.

Esa tarde tan soleada y apestante
Tan pegajosa de impulsos varios
Tan predecible y diagnosticada un montón de veces.

Esa tarde,
como otras, en otras vidas y en otros cuartos
las maté,
y el sangramiento tan débil y famélico
me derrotó
y no las pude liberar
las maté, por vigésima vez, pero no murieron
las maté hasta cansarme, pero claudicaron.

Se abstuvieron de mí.
por vigésima vez, esa tarde.
como otras, en otros desiertos y bajo otras sombras.


Lo imperdible

se me pierde como el agua,
como el polvo,
como las nubes, se me va
y no lo alcanzo.
Se me va sin respuesta,
no voltea.
Sólo se aleja.

Mi memoria está llanamente vacía de abismos imperdibles
abismos sensuales y sabrosos
que corren por otros vientos y para otras memorias.

Mi piel está aséptica de basuras imperdibles
clorada de lo más profundo, sin ocios y desfallecimientos inusuales
Aquellos líos alborotados que funcionan en la usualidad para otras pieles
Y que ellas se atreven a perderlos luego de haberlos vivido.
Y de vivirlos sin extrañarlos.

Lo imperdible lo ganan otros
Lejos de mí
Tan distantes como desconocidos
Disfrutan de escenarios, luces y zambullidos teatrales
Envilecidas mis dignidades de lo imperdible
Hasta llegar a morir como indignas sin escenarios, sin bailes, ni luces.
En la soledad de lo cotidiano
En la fragilidad existencial de la inercia enferma de rutina aguda.

En la pérdida constante de lo que huelo imperdible
y que pierdo sin colores ni sabor.

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